En 1961, se creó el Movimiento de Innovadores y Racionalizadores (ANIR) por el ministro de Industria, el idolatrado Che Guevara. Su misión era "representar los intereses de los asociados y formar en ellos una conciencia innovadora para la introducción y aplicación de la Ciencia y la Tecnología, para contribuir al logro de una economía eficiente y competitiva, a la unidad de la clase obrera y por la defensa de las conquistas de la Revolución Socialista". Prescindiendo del dogma político, nos podemos quedar con la idea de apostar por la generación de un ambiente creativo como estrategia de salvación. Se potenciaba el desarrollo de conductas creativas, para lo que establecieron comisiones territoriales que implementarían esta conciencia entre toda la comunidad cubana.
Uno de los objetivos de este movimiento, que más tarde se convirtió en asociación, era establecer un "sistema de reconocimiento a los asociados que más se destaquen en las soluciones a favor de la economía, la sociedad ..." Las soluciones divergentes resultantes eran validadas social y culturalmente por lo que alcanzaban la categoría de creativa. ¿Qué hubiese sido de los cubanos sin esta estrategia?
Permitidme un sueño, os imagináis algo parecido pero contextualizado en un sistema democrático y tecnológicamente avanzado. Ante una situación crítica como la que vivimos hoy en día, ¿por qué no hacer frente a ésta mediante el impulso de la innovación, creatividad e imaginación? Acompañando a esto el reconocimiento de los comportamientos creativos entre la población. Es decir, socializar la creatividad. Para ello, considero de gran importancia trabajar dos aspectos, tal y como indicaba Csikszentmihalyi, el dominio y el ámbito. El primero estará formado por el conjunto de reglas y conocimiento simbólico compartido de una cultura, mientras que el ámbito hace referencia a los individuos que dan acceso al dominio y facilitan sus cambios o permanencia. Desde esta óptica, los dominios favorecen u obstaculizan la creatividad o lo que es lo mismo los cambios, aunque la última palabra reside en el ámbito. Y es que, como manifiesta Pascale (2005) citando a Csikszentmihalyi, la creatividad no es el producto de individuos aislados, sino de sistemas sociales emitiendo juicios sobre productos individuales.